Habitualmente, las guitarras y los sintetizadores, el rock y la electrónica, se consideran géneros incompatibles y hasta enemigos. Los instrumentos, el planteamiento, los locales de reunión, la estética e incluso la ideología de los fans de una y otra música difieren mucho, pero si superamos los prejuicios podemos encontrar grupos que reunen lo mejor de ambos estilos. Y el más importante es, de largo, Prodigy.
Los Prodigios de Essex llevan desde 1990 haciendo su peculiar mezcla de techno, industrial, breakbeat, metal y punk. La naciente escena rave inglesa de principios de los 90 los adoptó como unos de sus artistas favoritos. No sólo por su talento; también por haber contribuido a crear un estilo propio: el llamado Big Beat.
A diferencia de otros DJ y productores de música electrónica de la época, The Prodigy no se limitaron a hacer un techno más asequible al oído o un house más bailable, sino que empezaron a combinar el sonido del techno con el ritmo 4/4 del rock y le añadieron la actitud destroyer del punk británico de toda la vida. Junto a Fatboy Slim y Chemical Brothers, popularizaron el big beat fuera de Gran Bretaña y fueron pioneros en llevar la electrónica a los grandes festivales de rock, sacándola más allá de su territorio habitual de los clubes y las raves.
The Prodigy pueden presumir de gustar tanto a los punks como a los indies, a los rockeros y a los clubbers, incluso a los raperos y a los rastafaris. Su lista de hits es amplia: Voodoo People, Out of Space, Firestarter, Smack My Bitch Up… multiplicada por cientos de versiones y remixes.
La de Prodigy es una música para bailones, pero también para valientes. Su ritmo es enérgico, agotador a veces; los motivos de sus temas son duros y violentos, como correspondía a la Inglaterra urbana de fin de siglo en la que nacieron; y sus vídeos no tienen trampa ni cartón: muestran el panorama de clubes, drogas, comida basura, ultraviolencia y colgados varios que, al fin y al cabo, es el ambiente donde Prodigy siempre será una banda de referencia.